La Sociedad judía en el s.I - Los fariseos

"Uno de los fariseos le pidió que comiera con él y, al entrar a casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y he aquí que una mujer pecadora que había en la ciudad, al saber que estaba en la casa del fariseo para comer, trayendo un vaso de perfume y colocándose detrás de sus pies, mientras lloraba a lágrima viva comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas y con sus cabellos los secó, y besaba sus pies y los ungió con pefume. Pero al verlo, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: 'este, si es un profeta, sabría quien y de qué clase es esta mujer que le toca, porque es una pecadora...'." (Lc 7,36-39).

 

'El banquete de Simón el fariseo', obra barroca del pintor flamenco Pier Paul Rubbens, hacia 1629. El cuadro reproduce este pasaje lucano donde una mujer pecadora unge los pies de Jesús. Marcos y Mateo, escritos con anterioridad, hablaban de la unción de la cabeza de Jesús, algo más acorde con la dignidad del mesías-rey; pues, históricamente, a los reyes hebreos se les ungía la cabeza con aceite. Lucas y Juan, escritos posteriores, lo modificaron. Nótese como el pintor desviste un pecho de la mujer por ser pecadora y la sitúa en el centro. Mientras Jesús, representado con la mano abierta en señal de aceptación, cobra mucha fuerza a pesar de estar situado en un rincón, por ser el más alto y llevar un manto rojo muy visible. (Gemäldegalerie, akademie der bildenden künste, Viena).

 

La sociedad judía del s.I era mucho más plural de lo que muestra el Nuevo Testamento (NT). Trataremos en este post, y en algunos más, de proporcionar unas pinceladas sobre esa diversidad y facilitar así al lector, una lectura más comprensible de la actuación de Jesús. Hoy analizaremos un grupo social que aparece a menudo en los textos y que no siempre es bien entendido: los fariseos.

 

Los fariseos trataban de vivir estrictamente según los preceptos que establecía la Torá, es decir, la ley mosaica (de Moisés) -que constituye el Pentateuco de los cristianos, es decir, los cinco primeros libros del Antiguo Testamento-. La mayoría eran laicos, pero podía haber algún sacerdote, solían vivir de su trabajo, que era mayormente manual, y su número en época de Jesús se calcula en torno a los 6.000, mayoritariamente localizados en Judea, puntualmente en algún núcleo urbano de Galilea y muy escasamente en la Galilea rural, donde creció Jesús. Se ocupaban de las sinagogas, lugares que también podían funcionar como escuelas, y debatían incansablemente sobre la ley y sus aplicaciones prácticas; discutiendo, a veces, acaloradamente sobre ellas Participaban en el Sanedrín de Jerusalén, un órgano de gobierno local pero que tenía cierta autoridad en el país, aunque estaban en minoría respecto al grupo sacerdotal, los saduceos.

 

Los fariseos, como Jesús, creían en la resurrección de los muertos, la inmortalidad del alma, la recompensa para los justos y el castigo para los malvados. La mayoría de ellos creía también en la llegada de un mesías que liberaría Israel, aunque lo interpretaban de maneras distintas. Defendían la Torá o ley escrita, pero también la Torá oral, que recogía las formas de aplicación de esta ley escrita que la costumbre había ido asentando con los años. También creían en los profetas y tenían cierta autoridad entre el pueblo como buenos conocedores de la ley.

'Cristo y la mujer adúltera' (Jn 8), obra barroca del pintor holandés Rembrandt, hacia 1644. Este es uno de los pasajes más conocidos del NT, aunque su historicidad está en entredicho, pues no aparece en los manuscritos más antiguos de Juan, el único evangelio que narra la historia. Nótese como la iluminación recae sobre la adúltera, situada en el centro, y como va vestida de blanco; ambos elementos, propios de la pureza, parecen simbolizar aquí el perdón. En oposición, el personaje de negro indica a Jesús los pecados de la mujer, sin embargo, su tono oscuro recuerda a los saduceos y no a los fariseos. (National Gallery, Londres).

 

       En el NT, los fariseos aparecen, en general, retratados negativamente. Son personas obstinadas en seguir estrictamente la ley en asuntos nimios, preocupados así por detalles de purificación o de respeto al sábado, mientras descuidan los esenciales: cuidar a los enfermos, honrar a los padres,... Con ellos discute a menudo Jesús, quien siempre busca la esencia de la ley para respetarla. Jesús los critica a veces (no por lo que dicen, sino porque no hacen lo que dicen!), aunque otras veces recibe de ellos su ayuda o se aloja en su casa y discute cordialmente con ellos siendo tratado de maestro. (Dedicaremos un post más adelante donde se valorará que el pensamiento de Jesús era cercano en muchos puntos al fariseísmo). Seguramente, no fueron ellos los que polemizaron con Jesús en Galilea, como pretenden los evangelistas. En este aspecto, Juan acertaría más al situarlos en Jerusalén (Jn 1,19-24). Algunos fariseos aparecen con nombre propio, como Nicodemo (Jn 3; 19,39-40), aunque su existencia histórica sea dudosa.

 

Un saludo,

Jon C.

 


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Comentarios: 3
  • #1

    carme (lunes, 25 enero 2016 21:05)

    La Torà oral de Jesús es nuestro Evangelio

  • #2

    carme (lunes, 25 enero 2016 21:07)

    Con el tiempo Evangelio se identifica con su persona.

  • #3

    Jon C (martes, 26 enero 2016 22:22)

    Hola Carme,

    Gracias por tus comentarios.
    Jesús reflexionó –y también discutió– sobre la ley (judía), siempre con el máximo respeto hacia ella. Lo hacían también y habitualmente los fariseos (defensores de la torá oral). Sus discusiones con ellos sobre si se podía curar en shabbat, si uno debía purificarse (lavarse las manos) antes de comer, o sobre qué mandamiento era más importante, lo acercaban, pues, al modo y a las escuelas farisaicas. Precisamente, los evangelios lo muestran como un hombre que, en sus opiniones sobre la ley, fue bien visto no solo por el pueblo en general, sino también por algunos fariseos, algunos de los cuales le invitaron a compartir su comida, (un acto que trasciende lo meramente culinario y denota, como mínimo, un reconocimiento hacia su figura). Sus reflexiones sobre la ley judía (algo así como la torá oral de Jesús) han colaborado a conformar el pensamiento cristiano –creo que lo que tú llamas ‘nuestro Evangelio’–; pero su ideal de buscar lo esencial de la ley, su amor a Dios y al prójimo, el sanar o no en shabbat, su posición bastante inflexible ante el divorcio, etc… se encuentran también en otros maestros judíos (fariseos o no) anteriores a él. Aunque muy pocos –eso debe reconocérsele–, consiguieron transmitir ese mensaje con la sencillez y la belleza de unas historias que le han trascendido.

    Un teólogo protestante del siglo pasado muy influyente, Rudolf Bultmann, señaló que aquel que otrora había sido el portador del mensaje, entró después a formar parte principal del mismo mensaje. Es decir, ‘de anunciador se convirtió en anunciado.’ En efecto, a medida que el cristianismo fue divinizando la figura de Jesús, se volvió más importante creer en él –creer en su muerte y resurrección: lo que se conoce, en esencia, como el anuncio o kerygma cristiano–, que no propiamente creer en el epicentro de su mensaje: un reino divino que estaba a punto de llegar. Ello además, marcaría la distinción entre dos contextos históricos distintos, y que deben conocerse bien en el estudio del Jesús histórico: el primero, la predicación de Jesús (años 30) y el segundo, la redacción de los evangelios y el germen de la iglesia primitiva (años 70-100). Hoy, pasados casi dos mil años, el reino de Dios – como los textos dan a entender que Jesús (o Pablo) más o menos lo entendían –, no solo no ha llegado, sino que la Iglesia hace mucho tiempo que no lo considera o lo interpreta de una forma distinta.
    Un saludo,
    Jon C.