El maligno en la Biblia

En el Pentateuco cristiano (=la Torá judía) no hay una citación directa al maligno. Existe en el Levítico la referencia a una ceremonia anual, practicada ya en época de Aaron (muy anterior a Jesús), en la que un cordero, que simbolizaba al pueblo hebreo, era utilizado por este como chivo expiatorio de sus pecados, y abandonado en el desierto para Azazel. Para algunos, Azazel podría simbolizar al diablo. Azazel (o Azel) es mencionado también en un apócrifo, el libro I de Henoc, formando parte de uno de los veinte ángeles que bajan del Cielo para corromper a la humanidad. Para otros, el diablo podría ser ya la astuta serpiente que tentó a Eva en el paraíso, según el Génesis.

'Satán ante el Señor', obra barroca del pintor italiano Corrado Giaquinto, hacia 1750. Satán a los pies de Dios es representado con cuernos en la cabeza, alas oscuras y arrodilado, mientras Dios cuya nube es sostenida por ángeles fieles le señala y alza su mano derecha en tono amenazador. Se prevé su pronta caída. (Museo Vaticano, Roma)

 

Así, la aparición del demonio en el judaísmo es tardía y se cree que es fruto del contacto con otras culturas, especialmente la iraní (de donde proviene la angelología y la demonología) y también la helénica. Curiosamente, el maligno está menos presente en el AT y es más abundante en la literatura apócrifa (judía), donde los demonios aparecen como ángeles rebeldes, jerarquizados, siendo su jefe Satán – llamado Beliar en el Testamento de los Doce Patriarcas –, quien es considerado el causante del pecado de Adán. Nótese la diferencia con el Génesis, donde la maldad inherente en el corazón del hombre era la causante del pecado (Gen 6,5; 8,21). Los nombres de Belial o Beliar, provienen de la raíz Baal y es otra forma de nombrar al maligno en el AT, como veremos. Pablo utilizó el nombre de Beliar en su segunda carta a los corintios, y es considerado allí un apelativo de Satán.

 

La historia del pueblo hebreo estuvo repleta de idolatrías, es decir, de rendir culto a divinidades de otros pueblos. Con el devenir del tiempo, esos dioses paganos pasaron a representar el mal y ese es el caso del dios cananeo Baal (‘Señor’), citado reiteradas veces en el AT. Baal era hijo de El y es representado a veces como un becerro o bien como un joven fuerte con una masa alzada en su mano. (El y no Yahvé, es el dios de los patriarcas judíos, el dios del Génesis, aunque ello sorprenda al lector, pero eso lo guardamos para otro post). A Baal y a otro dios pagano, Moloc, se les rendía culto sacrificando niños en los llamados 'lugares altos' o tofet. Personajes tan célebres como los reyes Saúl y David tuvieron hijos cuyo nombre (compuesto) incluía la palabra Baal, lo que indica que esos reyes adoraban también a esta divinidad y no solo a Yahvé. Los profetas hebreos clamaron siempre contra estos dioses paganos y condenaron a los idólatras. Jeremías (un profeta citado por Jesús en algunas ocasiones) dice: Pero he aquí que vosotros fiáis en palabras engañosas que de nada sirven, para robar, matar, adulterar, jurar en falso, incensar a Baal y seguir a otros dioses que no conocíais.” [incensar: ofrecer incienso a Baal]

 

'Estela de Ugarit' (actual Ras Shamra, Siria), fechada entre el 1500-1200 a.e.c. Baal ('Señor') es identificado como el dios de la lluvia y es a veces representado así. Aunque también lo puede ser como un becerro. Aquí aparece con cuernos y empuñando con la derecha la masa que rompe las nubes y produce la lluvia. (Museo del Louvre, París)

 

En los textos bíblicos de la época de Jesús se habla de posesión porque era de opinión común que había posesos [tratamos las posesiones en el post anterior]; pero este es un elemento propio de la cultura popular de la época, es decir, del pueblo, y no es fruto de la revelación teológica judía, pues el Pentateuco (=Torá) no dice una palabra sobre Satanás. Así, en la cultura popular judía del s.I se consideraba que las posesiones existían, pero la opinión institucional al respecto es más difícil de conocer y, a tenor de la ausencia en los primeros libros de la Biblia, es posible que no fuera tenida en cuenta.

 

En el NT, Jesús fue tentado en el desierto por Satanás. Más adelante, Satán y Belcebú, aparecen asociados (Marcos 3,22-27). Sin embargo, Belcebú procede de Beelzebub (‘señor de las moscas’), en la vulgata latina –aunque manuscritos griegos contienen Beelzebul (‘señor del cielo’, ‘señor de la casa’), que es la grafía más fiable– y es una corrupción de Baal-zebul. Se piensa que el nombre Belcebú procede de la divinidad cananea Baal Sebaoth (en hebreo, ‘Señor de los ejércitos’), adorado en la ciudad filistea de Ecrón. De nuevo, el dios cananeo Baal.

 

Grabado en el que Jesús expulsa a un demonio de un mudo, (nótese como el demonio sale por la boca del poseso). Probablemente se refiera al mudo y ciego (el bastón en el suelo así lo indicaría), que narra Mateo (Mt 12,22-27), y cuya curación se produce ante los asombrados fariseos que estarían situados a la derecha de la imagen. La mudez era causada por el demonio. (Ya dijimos que, a menudo, la causa de algunas enfermedades era atribuida al demonio en la cultura popular). Jesús fue acusado de ser el “jefe de los demonios”, "Belcebú", pues así podía expulsarlos. El Nazareno lo rebatió, mostrando la incoherencia de tal argumento.

 

 

La palabra de origen hebreo Satan (en griego, Satanas) significa ‘adversario’ o ‘acusador’. Al parecer, Satan era un ‘ángel de Yahvé’ pero su figura no tenía inicialmente un sentido maléfico, como cuando impidió que Balaam maldijera al pueblo de Israel (Núm 22). Más adelante, aparecerá como el incitador del mal en el hombre, tanto en el libro de las Crónicas (“Alzóse Satán contra Israel, e incitó a David a hacer el censo del pueblo.”), como especialmente en el libro de Job, donde es él quien colma de males al anciano creyente.  

 

La identificación de Satán con Lucifer no pertenece al AT. En todo caso, existe este fragmento en el libro del profeta Isaías: ¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones! Tú que habías dicho en tu corazón: ‘Al cielo voy a subir, por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Reunión, en el extremo norte’.” El lucero es una estrella y los ángeles eran a menudo simbolizados como estrellas. Lucífer sería así una estrella (ángel) caída del cielo. Jesús alude a esa caída: “Y les dijo: ‘Veía a Satanás cayendo como un relámpago del cielo’.” (Lc 10,18).

 

'El ángel caído', ilustración de Paul Gustave Doré, artista francés del s.XIX, que ilustró los poemas de muchos autores reconocidos. Este pertenece al poema más famoso del político y escritor inglés John Milton (s.XVII), titulado 'Paraíso perdido'.

En el AT y hasta el s.III a.e.c., existía la creencia en el sheol, un lugar donde el 'aliento de vida' de cada persona (recordemos que Dios creó al hombre con su aliento), iba a morar sin pena ni gloria para toda la eternidad. Y ahí terminaba todo. El sheol no es, pues, el moderno purgatorio de los cristianos, sino que es equiparable al Hades griego, el inframundo donde moraban las almas. (El concepto ‘alma’ es una incorporación posterior en el judaísmo, por eso hablamos antes de ‘aliento’). El sheol tampoco es el infierno cristiano, porque no es un lugar de tormento; ello correspondería al tártaro griego. La palabra infierno (del latín infernus, que a su vez deriva de inferus: inferior, subterráneo) no se encuentra en la Biblia. La creencia en un lugar paradisíaco en el Cielo, donde las almas de los creyentes justos descansarían felices para siempre, es un concepto posterior en el judaísmo y no fue aceptado por todos los judíos de la época de Jesús. (Como vimos, los saduceos lo rechazaban).

 

Un saludo,

Jon C.

 


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