Jesús, como relatan los evangelios, actuó como exorcista en numerosas ocasiones. La mayoría de investigadores acepta este hecho –que lo distingue por ejemplo, de Juan el Bautista o de otros predicadores–, como verídico. El historiador judío del s.I Flavio Josefo así lo creía. Sin embargo, Jesús no es único en esa función, como ya dijimos al finalizar el primer post sobre el tema. Y vimos también como en los evangelios sinópticos Jesús había sido tentado por el diablo, llamado Satanás en Marcos y Mateo. Satán aparece así como el instigador del mal en el hombre –con un rol muy similar al que vimos que tenía en el libro de Job–, al entrar en Judas y corromperlo. Pero Satán es también el adversario contra quien Jesús se enfrenta en los exorcismos.

       La actividad taumatúrgica de Jesús en un contexto de anuncio inminente de la llegada del Reino de Dios y con el halo de sanador, inquietó a la jerarquía sacerdotal judía. Y aún más con citas del tipo: “Pero si yo expulso los demonios mediante el Espíritu de Dios, entonces el Reino de Dios os alcanzó.”, Mt 12,28). Los discípulos (Hch 2,22) y también la gente (Jn 6,14-15) pudieron haber visto en sus milagros la justificación de su autoridad. Jesús (y el Bautista) cuestionaron el sistema religioso judío, donde todo pasaba por el templo. Esto desarrolló en las clases dirigentes una reacción oficial que fue de rechazo y crítica, incluso se identificó la autoridad de Jesús con la del propio demonio, como ya vimos en el post anterior. El centro del poder religioso jerosolimitano trató de desacreditarlo, y neutralizar así el impacto que estuviera ejerciendo en pro de la llegada del nuevo Reino. Al descalificarlo a él, se descalificaba su obra. De ahí que se lo llegue a tachar de endemoniado, e inclusive de que se cuestione su honor (algo que necesitaría otro post para poder explicarse con calma).

       Jesús tiene la capacidad – que interpreta siempre en clave religiosa –, de liberar a poseídos por espíritus inmundos y de recuperarlos para la convivencia humana, pero eso tenía innegables repercusiones sociales: los gerasenos lo consideran un desestabilizador peligroso y le piden que se vaya, los fariseos afirman que “expulsa los demonios por orden de Belcebú”. En el NT, todos los relatos de exorcismos proceden de Marcos (Mateo o Lucas escribieron con posterioridad). La única excepción puede ser la alusión a la curación de un mudo en Mateo y Lucas. El relato lucano de 'la mujer encorvada' lo consideraremos una enfermedad (aunque su conexión de esta con el mal ha hecho que lo citaramos también más arriba), y la alusión a los siete demonios de la Magdalena es eso, una alusión, y no un relato, pero lo comentaremos también. El evangelio de Juan no contiene exorcismos.

        En esencia, los exorcismos en el NT son (solo) estos seis:

o   El hombre con un espíritu impuro de Cafarnahum

o   El endemoniado de Gerasa

o   La hija de la mujer sirofenicia

o   El epiléptico

o  La expulsión de siete demonios de María Magdalena

o   El mudo endemoniado

         Hoy haremos un breve repaso a los dos primeros, dejando los últimos cuatro para la semana que viene, donde concluiremos con este tema:

El hombre con un espíritu impuro de Cafarnahum

(Mc 1,21-28; Lc 4,31-37)

El endemoniado de Gerasa

(Mc 5,1-20; Mt 8,28-34; Lc 8,26-39)

Sobre la localización de la acción, los manuscritos más antiguos citan Gerasa, pero se encuentra muy al sur y lejos del mar de Galilea donde fueron echados los cerdos, por eso, otros manuscritos dan Gadara, que queda más al norte (pero aún a 10km. del mar), y otros posteriormente lo ubicaron en Gergesa, efectivamente a orillas del mar de Galilea. Lo que importa es que el relato se localiza en la decápolis, una tierra con abundante población pagana, lo que indica que el mensaje de Jesús se hacía también extensible a los no judíos. Ello ayudaría a entender la presencia de tantos cerdos, pues estos eran animales prohibidos para los judíos. En el relato, los amos de los cerdos –paganos– son quienes avisan a sus conciudadanos. El relato podría ser visto como muestra de la divulgación de la predicación a los gentiles, que fue tras la muerte de Jesús, motivo principal de confrontación entre los primeros cristianos. Sin embargo, son los mismos habitantes de la localidad, supuestamente paganos también, quienes piden a Jesús que se vaya. Solo el endemoniado (probablemente, también pagano), pide seguirle. Jesús se lo impide, aunque lo autoriza a proclamar su curación, un hecho insólito en Jesús, quien generalmente había ordenado silencio en estos casos. 

Lo que históricamente sabemos es que las ciudades de la decápolis (región ubicada mayormente en la transjordania, es decir, en el lado oriental del río Jordán y cuyo núcleo eran diez ciudades importantes), contenían población pagana y judía, entre las cuales había tensiones serias, como se manifestaron después en las guerras judeorromanas. La población judía había sido la clase dominante hasta la conquista de Pompeyo (63 a.e.c.), tras la cual esas ciudades pasaron a estar bajo soberanía romana y no judía. Este cambio supuso aún más fricciones, y este relato podría enmarcarse aquí.  

La expulsión de un demonio llamado ‘Legión’ es visto por varios autores como una alusión a las fuerzas romanas de ocupación, de ese modo se llama la atención sobre la relación entre el demonio y la presencia romana, considerándola algo abominable. (Ya dijimos que no había soldados romanos en Galilea, tierra de Antipas; pero las ciudades de la decápolis estaban bajo administración romana). El diablo como símbolo del IR caería, pues, derrotado ante Jesús. Como sugiere el teólogo protestante germano Gerd Theissen, el ruego del demonio de permanecer en el país “era justamente lo que quería la potencia romana de ocupación”. Los cerdos, obviamente tienen un significado de infracción según la ley y se asocian con los paganos, pero tambié, uno de los emblemas de la legio X fretensis, estacionada en Siria desde el año 6 y que participaría en la guerra judeorromana (66-70) para luego asentarse en Judea, era el jabalí. El número 2.000 aunque no encaja con el número de soldados que conformaban una legión romana (cerca de 6.000), permite igualmente a Jesús derrotar un número ingente de enemigos, lo que convierte su exorcismo en una obra titánica.

No todos los investigadores están de acuerdo en esta explicación. Algunos consideran que el relato es una retroproyección de la situación que vivía la Iglesia primitiva, entre su obertura o no obertura hacia los paganos. Así, para la teóloga católica  alemana E. Schüssler-Fiorenza, “el contexto vital de esta extraña historia de exorcismo no es la predicación misionera a los gentiles, sino la discusión interna de los cristianos sobre la actitud hacia los paganos y la comida compartida con ellos y los judeo-cristianos.” (Dedicaremos un post más adelante en el que abordaremos a quien iba dirigido al mensaje de Jesús, y veremos que no era a los paganos, sino solo a los judíos).

Un saludo,

Jon C.