"Y yendo de allí hacia el norte se marchó a los confines de Tiro. Y cuando entró en una casa no quiso que nadie lo conociera, pero no pudo ocultarse; por el contrario, al instante una mujer que había oído de él, cuya hija tenía un espíritu impuro, fue y se postró a sus pies; pero la mujer era gentil, sirofenicia de raza, y le pidió que echara al demonio de su hija. Y [Jesús] le contestaba: 'Deja que primero se harten los hijos, pues no es bueno coger el pan de los hijos y echarlo a los cachorros'. Pero respondiéndole, le dijo ella: 'Maestro: incluso los cachorros bajo la mesa comen de las migajas de los niños'. Y él le dijo: 'Gracias a estas palabras, márchate, que el demonio ya ha salido de tu hija'. Y tras irse a su casa encontró a la niña ya echada en la cama y al demonio ya expulsado." (Mc (7,24-30)
'Cristo y la mujer cananea' (1784), obra del joven pintor neoclásico frances Jean G. Drouais, alumno de Louis David, el pintor por antonomasia de la revolución francesa. Los discípulos parecen interceder en favor de la mujer, algo que no está en el relato. Nótese como Jesús la rechaza con el gesto de su brazo y rehusando mirarla. (Museo del Louvre, París).
Proseguiremos hoy con el relato de los últimos cuatro exorcismos:
La hija de la mujer sirofenicia
(Mc 7,24-30; Mt 15,21-28)
En este relato, Jesús solo actúa cuando la mujer reconoce la superioridad de los judíos –llamados aquí “hijos” por Jesús–, por encima de los paganos –llamados por Jesús “cachorros”–, lo que refleja una forma habitual de hablar en el Israel del s.I, que consideraba ‘perros’ a los no judíos. (El perro no era en general un animal doméstico como hoy en día, pues era considerado impuro debido a que se alimentaba de carroña y hasta podía alimentarse de restos de cadáveres humanos). Por ello, es un relato con cierta dureza y da la sensación que Mateo trató de embellecerlo haciendo que Jesús terminara reconociendo la fe de la mujer. En todo caso, quien 'cambia' no es Jesús (aunque modifique su opinión inicial), sino la mujer, que ha superado una especie de ‘test de fe’.
Para algunos autores, este texto sería una recreación de la Iglesia primitiva para justificar su apertura a los paganos, y que Lucas habría omitido a causa del trato ofensivo hacia estos, así como por la dura actitud de Jesús. Ahora bien, el texto cumple con el criterio de desemejanza y dificultad, pues la Iglesia primitiva no habría elaborado un relato donde Jesús no quisiera curar a los paganos, y utilizara un lenguaje tan duro. Además, cuando Marcos escribía existía una comunidad cristiana en Tiro, pero el evangelista ubicó a Jesús fuera de ella ("en los confines", en la región de Tiro), lo que da más credibilidad al relato. La actitud dura de Jesús tiene un trasfondo histórico-cultural que Gerd Theissen ha bien explicado: en resumen, Tiro era una ciudad rica y próspera por el comercio, su metalurgia y una moneda estable y apreciada; pero que disponía de pocos recursos agrícolas porque tenía pocas tierras cultivables. Por eso, en Tiro se buscaban los productos agrícolas de la fértil y vecina Galilea. Los agricultores galileos preferían vender más caro a Tiro que no a sus conciudadanos, con lo que los propios galileos, con menos fondos, se veían en una situación difícil. Jesús habría manifestado todo eso con su actuación: 'espera que primero se sacien los hijos (=los pobres judíos de la alta Galilea), porque no está bien quitar el pan a los pobres para dárselo a los perros (=los paganos de Tiro)'. En la respuesta, la ingeniosa mujer trata de convertir a su hija de una ‘cachorra callejera’ a una ‘cachorra doméstica’, porque los animales domésticos sí pueden disfrutar de las migajas de su amo. De igual forma, como algunos pensaban, también así algunos paganos piadosos podrían entrar y participar del Reino de Dios.
El lunático (epiléptico)
(Mc 9,14-29; Mt 17,14-20; Lc 9,37-43)
Un hombre le explica a Jesús que su hijo (su único hijo en Lucas: Mc 9,17 cf. Lc 9,38), está mudo por culpa de un demonio que lo posee, sufriendo ataques desde que era pequeño. Su padre lo califica de "lunático". Los discípulos de Jesús no consiguen expulsarlo y Jesús les recrimina su falta de fe. Jesús se sorprende también cuando el padre del chico le pregunta si podrá hacer algo, pues para Jesús la fe lo puede todo. Cuando el padre del chico le pide a Jesús que sea él quien ponga la fe que a él también le falta, Jesús cura al muchacho con una sola frase. Luego increpa a sus discípulos por no haber podido expulsar al demonio.
Este cuadro lleva por título 'Curación del niño epiléptico' y
pertenece a la escuela francesa del s.XVII. Sin embargo, el hecho de que el poseso lleve cadenas y tenga la envergadura de un adulto, recuerda más bien al endemoniado de
Gerasa.
Aunque el relato de Mateo es más breve que el de Marcos, se suele considerar a Marcos, quien escribió primero, como el original. Los síntomas descritos por el padre encajan bien con algún tipo de epilepsia: el chico cae al suelo, expulsa espuma por la boca, aprieta los dientes y se queda rígido. Jesús usa un lenguaje directo y sin concesiones hacia los que le rodean, y especialmente a sus propios discípulos: “¡Oh generación incrédula! ¿hasta cuándo estaré con vosotros?”. Hay elementos que podrían indicar un recuerdo histórico de este pasaje: la descripción real del enfermo como un epiléptico, la referencia de Jesús de que la fe salva o la recriminación a sus propios discípulos (que puede entenderse como aprobación del criterio de dificultad), entre otros.
Expulsión de siete demonios de María Magdalena
(Lc 8,2 y apéndice de Marcos: Mc 16,9)
Del pasado de la Magdalena solo sabemos que Jesús le expulsó siete demonios y que ella, como otras mujeres, “le asistió con sus bienes” (Lc 8,2-3).
Muchos autores admiten la posibilidad de que la Magdalena hubiese sido curada por Jesús de alguna enfermedad, representada esta por la posesión demoníaca. Siete demonios podrían implicar entonces una enfermedad importante, y no necesariamente que fuera una gran pecadora. Teniendo en cuenta que este personaje será luego testigo de la resurrección, si la Iglesia primitiva hubiese inventado este pasado endemoniado, habría sido negativo para ella misma, pues influiría en la calidad del testimonio de la Magdalena, ya de por sí deteriorada ante la mentalidad de los oyentes del s.I, por el mero hecho de ser ella una mujer. Por ello, su posesión tiene cierta credibilidad.
(Hablamos ya de la Magdalena en un post anterior).
'Magdalena penitente' (1603-1607), obra barroca del pintor conocido como 'El Greco'. Este es el cuarto y último retrato que el pintor griego afincado en España dedicó al personaje. (Vimos el primero en el post dedicado a la Magdalena). En él se insinúa todavía un pecho al descubierto, recuerdo de su pasado pecador, aunque ella lo oculte con su mano. Un ambiente fantasmal parece rodear a la Magdalena, tal vez recordando su antigua posesión.
El mudo endemoniado
(Mt 9,32-34; 12,22-29; Lc 11,14-23)
Este relato aparece duplicado en Mateo, considerándose el primero de ellos (Mt 9,32-34), muy breve, un añadido del evangelista. El segundo caso se corresponde bien con el relato lucano, proviniendo ambos de la fuente Q, siendo este el único relato de exorcismos procedente de Q (que es una fuente casi exclusiva de dichos de Jesús, escrita antes que cualquier evangelio). Mateo refiere que era mudo y ciego, una combinación insólita (es raro que fuera mudo si podía oír bien), aunque la inclusión de la ceguera se cree un añadido mateano. Tras el milagro, la acción de Jesús es reconocida por el pueblo de Israel, pero no por los fariseos, quienes le acusan de expulsar demonios en nombre de Belcebú, mostrando una separación entre ellos y el resto del pueblo judío hacia Jesús. A los fariseos, el Nazareno replica señalando que sería incoherente que Satanás se expulsara a sí mismo. Si Jesús fue acusado en su época (o después) de ser un aliado del mal, este pasaje supondría una respuesta clara. Que el demonio sea mudo (sin poder para expresarse), muestra cierta contradicción. Además, la mudez parece más una enfermedad que no una posesión, lo que confirma el hecho de que, en la antigüedad, las enfermedades eran atribuibles al mal e igualmente susceptibles de ser tratadas así.
'La transfiguración y el niño endemoniado' (1517-1520), obra del pintor del
Renacimiento Rafaelo de Sanzio. Esta es su última obra y es doble. En la parte inferior aparece el pasaje en el que los discípulos tratan de exorcizar a un poseso, aunque sin éxito. En la parte
superior, la transfiguración: Jesús exaltado es rodeado por las apariciones de Moisés y Elías, ante el asombro de tres de sus discípulos, situados a sus pies, Pedro, Juan y Santiago. (Museo
Vaticano, Roma).
Terminamos hoy con este abordaje al maligno en el NT. La semana que viene abordaremos un tema capital en el estudio de Jesús de Nazaret, siendo casi imperdonable que aún no se haya tratado: El Reino de los Cielos.
Un saludo,
Jon C.
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