El Reino de Dios (y III)

"Preguntado por los fariseos cuándo llega el reino de Dios, les respondió y dijo: 'No llega el reino de Dios con aviso, ni dicen: 'Mira, aquí está; allí'; pues el reino de Dios está entre vosotros." (Lc 17,20-21)

 

 

'Banquete en la casa de Simón el fariseo' (1620?), obra barroca de Pier Paul Rubens. Aunque el pasaje pintado no corresponde con el pasaje citado, sino con la comida de Jesús con los fariseos (Lc 7,36-50), y por eso aparece la pecadora en el centro de la composición. Jesús mantuvo conversaciones con los fariseos e incluso comió con ellos.  (El Ermitage, San Petersburgo)

Continuamos hoy con el tercero y último de los posts dedicados al Reino de Dios, el tema central en la predicación de Jesús de Nazaret.

 

Analizaremos hoy dos citas evangélicas sobre el Reino de Dios, ambas muy populares:

 

  •  "el reino de Dios está dentro de vosotros" (Lc 17,21)

 

Para analizarla, debemos entrar en el campo de la filología. Acorde con la opinión de muchos expertos, la traducción de la voz griega entos como “dentro de” no es clara, y existe todavía un debate que más bien tiende a la revisión. En efecto, parecería inapropiado que Jesús, hablando con los fariseos – pues ese es el contexto del pasaje lucano (Lc 17,20) –, les dijera que el reino de Dios no tenía que llegar sino que ya estaba presente “dentro de” ellos, (es decir, dentro de los fariseos, sus adversarios según Lucas). Ello es poco creíble. Así, una traducción alternativa utilizada por ejemplo en la 'Biblia de Jerusalén' (1976), es “entre vosotros”, y ha sido defendida por varios autores. Pero en este caso, debe señalarse que Lucas ya utilizó en otras ocasiones el término en meso/meson para indicar “entre” (Lc 2,46; 8,7; 10,3) y no entos, que es el término usado en la cita. Existe una tercera hipótesis destacada, que defiende que la voz griega entos podría también traducirse por “a vuestro alcance” o “a vuestra disposición”. Ello parece estar más en sintonía con el contexto en que fue pronunciada y, además, esta traducción aparece documentada en algunos papiros de la época.

 

 

"Entró entonces otra vez Pilato al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el rey de los judíos?' Respondió Jesús: 'Lo has dicho por ti mismo o te hablaron otros de mí?'. Respondió Pilato: '¿Acaso soy judío? Tu nación y los sumos sacerdotes te entregaron a mí; ¿qué has hecho?'. Respondió Jesús: 'Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis sirvientes lucharían para que yo no fuera entregado a los judíos; ahora bien, mi reino no es de aquí'." (Jn 18,33-36)

'Cristo ante Pilatos' (1311), fragmento de 'La Maestá' obra gótica del pintor de Siena, Duccio di Buoninsegna. Jesús, delante de la guardia, mantiene una conversación con Pilato, sentado con la corona de laurel,  ante la mirada de los sacerdotes judíos (Catedral de Siena, Italia)

  • "mi reino no es de este mundo" (Jn 18,36)

 

Esta cita es exclusiva del evangelio de Juan, el más tardío de los canónicos, y el que posee una teología más desarrollada, cuya mano final pertenece a la tercera generación cristiana después de Jesús. Además, se ubica en la conversación entre Pilato y Jesús de la cual, si se produjo, difícilmente el evangelista podría haber tenido noticia del contenido. Para el profesor A. Piñero esta cita es “una espiritualización del Reino de Dios propia de la teología joánica y en general de la teología posterior a Jesús.” Como refiere el mismo autor, “el Reino de Dios de ningún modo puede comprenderse como un reino puramente espiritual, interno, presente ya en realidad en el corazón del creyente”; aunque “pueda traer bienes espirituales, también materiales, en cuanto a que tendrá lugar en la tierra de Israel.” Así, las Bienaventuranzas, y la celebración de banquetes y comidas comunes de Jesús con sus discípulos (la boda de Caná, la multiplicación de los panes y los peces,…) son asimilables al festín mesiánico descrito en Isaías y por el mismo Jesús (Mt 8,11:“Yo os digo que muchos procedentes de oriente y occidente llegarán y serán sentados a la mesa de Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos”) y deben entenderse que “tenían para él unas connotaciones de clara satisfacción de las necesidades materiales.” El reino de Jesús, pues, no solo estará en el cielo (reino espiritual), sino también en la tierra (reino terrenal o material), como ya comentamos en el post anterior.

 

El Reino de Dios en las primeras generaciones cristianas

 

 

          Leíamos en los posts anteriores que el NT contiene abundantes citas que dejan entrever que la llegada del Reino de Dios era inminente para Juan el Bautista y para Jesús. Sin embargo, al no producirse tal llegada, ni siquiera tras la muerte de Jesús, los evangelistas – que escribieron entre cuarenta y sesenta años después de ella –, trataron de dar sentido y justificación a ese retraso. Y lo hicieron remontándose al mismo Jesús; es decir, atribuyendo a su figura la explicación de tal retraso. Así, leemos en Marcos cómo Jesús habla sobre la llegada del Reino: “Y con respecto a aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del Cielo ni el hijo, solo el Padre.” (Mc 13,32 y par. en Mt 24,36). Ese retraso puede verse también reflejado en la parábola del ladrón nocturno recogida en la fuente Q (Mt 24,36-44 y Lc 12,35-40), así como en la primera epístola conservada de Pablo (1 Tes 5,2), ambas obras fechadas hacia el año 50 y anteriores a los evangelios. 

Es decir, muerto ya Jesús, pasaron los años y el Reino de Dios seguía sin llegar. Es más, las injusticias seguían, se producían los primeros mártires y los líderes cristianos necesitaron poder explicar el porqué de esa situación. La respuesta escogida: el Reino llegará, no sabemos cuándo pero debemos estar preparados. Paralelamente, Pablo de Tarso, misionero infatigable, sustituyó el concepto del Reino por una salvación universal por la fe, extendida así a los gentiles que aceptaran ese mensaje. Los cristianos identificaron pronto el Reino con el regreso de Jesús (que en teología se conoce con la palabra griega parousia: venida o presencia), quien actuaría como juez universal e impartidor de justicia. Es decir, el mesías judío terrenal que debía liderar el nuevo Israel y reunificar las doce tribus de Israel, se transformó así en el mesías cristiano, un ser divino que actuaría como juez universal de toda la humanidad (judíos y no judíos).  Así, el primer eón o era (del que hablamos en el post anterior) fue pronto olvidado, en parte porque estaba dirigido a los judíos (las doce tribus de Israel). Además Pablo, en sus cartas, no menciona apenas el Reino de Dios, sino que habla preferiblemente de un mundo futuro y ultraterreno. Pablo cree en la llegada inminente del Reino, pero considera que se pasará directamente al segundo eón (Flp 3,20-21; 1 Tes 4,13-5,11). Y los evangelios canónicos, que se escribirán años después, lo harán bajo su influencia.

'Pablo y Bernabé en Listra' (1650), obra barroca del pintor holandés Nicolaes Berchem. En su primer viaje misionero y estando en Listra (sur de Turquía), Pablo curó a un cojo de nacimiento, y tanto él como Bernabé fueron identificados por sus habitantes como los dioses Hermes y Zeus, respectivamente. El sacerdote del templo de Zeus quiso incluso rendirles un sacrificio, a lo que los apóstoles se opusieron (Hch 14,8-18). (Musée d'art et d'industrie, Saint-Étienne, Francia).

 

Con el paso de los años, para la Iglesia creció el interés por la organización de la comunidad cristiana, su creciente número de fieles, y fue dejando de lado la idea de la parusía. Es en este contexto donde se adaptará la parábola de las diez vírgenes (Mt 25), exclusiva de Mateo – redactado hacia el año 80 –, donde el Señor no llega antes de lo esperado sino después. Y ya más tarde, a finales del s.I, en los Hechos de los Apóstoles, Lucas sitúa a un Jesús resucitado en una conversación con sus discípulos en que el reino pierde fuerza ante la irrupción del Espíritu santo en Pentecostés: “Así pues al acompañarlo le preguntaban diciendo: ‘Señor, ¿en este tiempo restablecerás el reino a Israel?’. Y les dijo: ‘No es cosa vuestra conocer el tiempo o el momento preciso que el Padre decretó mediante su poder, sino que recibiréis una fuerza del Espíritu santo que viene sobre vosotros y seréis testigos míos en Jerusalén y en toda Judea, Samaria y hasta el límite del mundo.” (Hch 1,6-8).  

 

En conclusión, y retomando las palabras del erudito judío Geza Vermes, “este retorno [de Jesús] se consideró inminente [en la época de Jesús y un tiempo después], luego se fue posponiendo, como muestran los evangelios [esp. Marcos, Mateo y también las primeras epístolas paulinas], hasta que acabó relegado a un final de los tiempos infinitamente remoto [Lucas y, en cierto modo, Juan]. En el Apocalipsis de Juan, el anunciado regreso del mesías-juez universal que llevaría a la pronta destrucción del Imperio Romano (identificado en el texto como la ‘Babilonia’ del emperador Domiciano), y la instauración de un reino feliz para los justos, se interpretó, posteriormente, de forma todavía más simbólica y enigmática si cabe, para poder así posponer su llegada, acaso indefinidamente. Hoy, de hecho, la Iglesia no considera la llegada de un reino en la tierra como lo planteó Jesús.

 

Concluimos hoy el tema del 'Reino de Dios'. Nuestro siguiente post irá dedicado al rol de la mujer en el judaísmo del s.I, así como a la relación que Jesús les dispone.

 

Un saludo,

Jon C.


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