Jesús y la Mujer (II)

Continuamos hoy este ciclo dedicado a Jesús y la mujer en el NT, abordando el tema del discipulado femenino. Uno de los temas en discusión, especialmente debatido por teólogas cristianas, es la existencia o no de un discipulado femenino en Jesús. Es decir, si este tenía discípulas y qué rol jugarían entre sus seguidores o en relación al grupo de ‘los Doce’. Sin embargo, en su estudio, a menudo se comete un error de base, como señala la teóloga jerezana Mercedes Navarro, que consiste en otorgar un margen muy amplio al término de discipulado, lo que permite circunscribir ahí a varias de las figuras femeninas del NT, sin cuestionarse previamente cual es la acepción correcta del término. Para evitar ese error de base, debería formularse primero una definición precisa del término discípulo (discípula), y valorar luego cómo las mujeres del NT encajan en él. 

 

'Cristo se aparece a María Magdalena', obra barroca del pintor italiano Pietro da Cortona (c.1645). María Magdalena es tenida como la discípula por excelencia de Jesús de Nazaret. Sin embargo, su escena principal, el encuentro con Jesús resucitado, es considerada propia del evangelista y no del Jesús histórico. Marcos, el primer autor que describe la resurrección no sabe nada de ello; ni tampoco Mateo o Lucas. Antes de la crucifixión, la Magdalena solo aparece en un único pasaje, obra de Lucas, y en el que se dice que ella y otras mujeres "les asisitían con sus bienes" (Lc 8,2-3). ¿Es eso una discípula?

En nuestra opinión, y para no complicarse en exceso, podríamos distinguir grosso modo entre seguidores y discípulos. El discípulo es aquel que sigue las ideas del maestro y convive con él. (Normalmente en el mundo judío de entonces, era el discípulo quien escogía al maestro). El seguidor, en cambio, es aquel que comparte las ideas del maestro, pero no lo sigue ni cohabita con él, sino que permanece donde vive. Así, por ejemplo, cuando el maestro llega a una aldea y hace seguidores entre sus oyentes, incluso puede comer y dormir con estos, pero luego, tras su marcha del maestro, el seguidor no lo seguirá. Los Doce son así discípulos de Jesús, mientras que Zaqueo, Juan Marcos o Lázaro, por citar algunos, son seguidores de Jesús, el primero en Jericó, el segundo en Jerusalén y el último en Betania. Por ejemplo, en la aclaración de la parábola del buen sembrador que hace Jesús – probablemente quien la hace es el evangelista –, se nos dice que: “Y cuando se quedaron a solas, le preguntaron los de su entorno con los Doce por los ejemplos.” (Mc 4,10). Es decir, Marcos distingue dos grupos: ‘los Doce’ y ‘los de su entorno’. Existe, posiblemente, una distinción en importancia entre ambas categorías; pues se presupone que los discípulos conocen mucho mejor el pensamiento del maestro y están más cerca de él. Además, el NT llega a mostrar incluso que Jesús escoge (“llama”) por lo menos a algunos de sus discípulos: este es el caso de los pescadores Simón, Juan y Santiago o del publicano Mateo. Eso podría otorgarles a estos incluso un rango aún mayor dentro del grupo. En el NT, Jesús confiere a sus discípulos poder sobre los demonios y los envía en misión a predicar (Mc 6,7-13). Ahora bien, ¿qué rol juegan entonces las mujeres del NT?

 

Los textos canónicos sobre el posible discipulado de las mujeres en Jesús son en extremo reducidos, lo que es también significativo. Así nos dice Lucas que algunas mujeres apoyaron a Jesús económicamente: “y otras muchas [mujeres] que les asistían de sus bienes” (Lc 8,3 frag). Sin embargo, esta cita aparece en Lucas como coletilla que no está presente en el texto de Marcos al cual parece tomar como referencia, y en donde solo se dice que las mujeres “lo seguían y lo ayudaban [servían] (Mc 15,41 cf. Mt 27,55). El teólogo protestante estadounidense E. P. Sanders y el filólogo especialista en cristianismo primitivo Antonio Piñero recogen que el texto lucano no solo está inspirado en Marcos (Mc 15,40-41), sino que la coletilla lucana ("les asistían con sus bienes") “deseaba aumentar el estatus social de las féminas”. Por otra parte, también la suegra de Pedro después de ser curada por Jesús “se puso a servirles / les atendía” (Mc 1,31 y par.), y no parece que haya intención de discipulado ni seguimiento en ella, sino más bien que reanudó su rol de trabajo en su ámbito: la casa.

Icona que representa al sembrador, finales s.XVIII. Jesús explicó detalladamente esta parábola a sus discípulos (Mc 4). La buena simiente es la que no cae en el camino (porque es comida por los cuervos), sobre las rocas (porque no tiene raíz, se seca, y el sol la quema), entre la maleza (porque no da fruto), sino en la buena tierra, porque esa sí dará fruto y abundante. La simiente, les explica luego, es la palabra de Dios. (Iglesia Ortodoxa de Din Deal, ciudad de Cluj-Napoca, Rumanía)

 

          Como resume la misma Mercedes Navarro “los evangelios canónicos no narran ninguna llamada a ninguna mujer.” La autora prefiere distinguir entre un discipulado vertical (maestro-discípulo), representado por ‘los Doce’, y un discipulado circular, más abierto y libre en la entrada y la salida, que sería el formado por el grupo de seguimiento de Jesús. Estrictamente, pues, las mujeres que acompañaron a Jesús lo hicieron en un sentido de seguimiento y de logística, pero no ejercieron un rol de discípulas y, mucho menos, de misioneras. Sanders considera que, a lo sumo, podían acompañar al grupo en las peregrinaciones a Jerusalén – lo que era socialmente aceptable –, o en alguna ocasión puntual en Galilea, pues un seguimiento femenino más continuo hubiera generado críticas que es difícil que los evangelios no hubieran recogido, en especial cuando sí recogieron otras críticas. El rol de un discipulado femenino pleno (igual al de los hombres) es muy difícil, pues no aparece nunca descrito así de una forma clara, ni hay mujer alguna en el grupo de ‘los Doce’, ni se especifica que haya mujeres en la última cena (ni siquiera como sirvientas, aunque esto sea plausible), ni que haya comidas mixtas (a excepción de la versión mateana de la multiplicación de los panes, Mt 14,21; 15,38, pero no puede considerarse una comida de discípulos sino de seguidores y oyentes), ni tampoco leemos debates o críticas por parte de otros grupos judíos contra Jesús por viajar con mujeres, ni tampoco sabemos de mujeres ejerciendo algún tipo de labor misionera junto a él (recordemos la misión de ‘los Doce’). Y, aunque no se pueda negar rotundamente la existencia de esa posibilidad, los evangelios no la contemplaron.

 

          No parece pues tener base el comentario del teólogo católico alemán Joachim Gnilka, quien afirma que “cuando Jesús admite discípulas, quiere aliviar el puesto que ocupaba en la sociedad la mujer oprimida y se propone contribuir a que se restituya a la mujer su dignidad humana.”. En un sentido amplio puede hablarse de mujeres que comparten sus ideas, y le siguen puntualmente en alguna ocasión, pero no puede decirse que compartieran la misión itinerante del Nazareno. Por todo eso, su lugar en un posible discipulado debe mantenerse a distancia. Ahora bien, este seguimiento puntual de mujeres a Jesús es probablemente bastante novedoso en el judaísmo del s.I. Y, aunque al parecer, grupos de filósofos griegos (cínicos y epicúreos) viajaban con mujeres, probablemente estos no debían ser conocidos en las aldeas galileas; además de ser paganos y no judíos. Sí podemos afirmar que, según los evangelios, cuando Jesús fue capturado y los discípulos huyeron, previsiblemente a Galilea, fueron mujeres las que se quedaron esas últimas horas y contemplaron, desde la distancia (Mc 15,40; Mt 27,55), la muerte de Jesús. A ellas hay que reconocerles ese mérito. Es cierto que para los discípulos hubiese sido mucho más peligroso, por el riesgo de ser reconocidos y capturados, pero eso no anula cierta valentía en esas mujeres que, según Marcos, eran tres: María Magdalena, María – la madre de Jaime el pequeño y Joset – y Salomé.

 

Piñero se muestra prudente al afirmar que, “desgraciadamente la mayoría de textos evangélicos que podrían insinuar una postura benevolente de Jesús hacia las mujeres no son estrictamente históricos. Sin embargo, es posible pensar que mantienen un cierto recuerdo de que Jesús fue así realmente.” Pero opiniones como la de la teóloga católica alemana Schüssler-Fiorenza. “Jesús suscitó un discipulado de iguales que todavía necesita ser redescubierto y realizado por las mujeres y hombres de nuestros días”, son difícilmente sostenibles. Cuando las mujeres consigan la plena igualdad será en base a su propio esfuerzo y tesón, y a la consecución de un cambio social y educativo en nuestra sociedad, pero no sobre la base de lo que dijo o hizo Jesús. Porque Jesús no fue un pionero de la igualdad de géneros, fue un judío del s.I con toda la carga social y cultural que ello conllevaba. Sin embargo, tras la muerte de Jesús, y progresivamente durante cerca de doscientos años o más, se producirá un auge en la importancia de la mujer en el cristianismo primitivo, donde aparecerán como mecenas, organizadoras, pero también predicadoras, misioneras o mártires. Pero el rol de la mujer en el cristianismo primitivo lo dejamos para el siguiente post.

 

'Jesús y la suegra de Pedro'. Ilustración de la obra conocida como los 'Evangelios de la abadesa Hitda de Meschede'. Su autora fue esta monja alemana del s.XI y abadesa de Meschede, quien ilustró pasajes de los cuatro evangelios de su propia mano, un hecho poco usual en el medioevo. (Codex Hitda, Biblioteca Regional de Hessische, Darmstadt, Alemania).

 

Un saludo,

Jon C.



 

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