La Mujer en el cristianismo primitivo

(Tras la ascensión de Jesús...) "Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está cerca de Jerusalén el camino de un sábado. Y cuando entraron, subieron al piso superior donde se quedaban, Pedro, Juan, Jacobo, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo el de Alfeo, Simón el celota y Judas, el hijo de Jacobo. Todos estos habían perseverado unánimemente en la oración con unas mujeres y María la madre de Jesús y sus hermanos." (Hechos 1,12-14).

'La partición del pan'. Pintura al fresco ubicada en el intradós (la superficie inferior) de un arco, fechada a finales del s.II. Cuatro hombres y tres mujeres ante una mesa celebran la eucaristía. Sobre la mesa: una jarra (apenas perceptible) y dos platos con panes. (Capilla griega de la catacumba de Santa Priscila, Via Salaria, al este de Roma)

 

       Abordamos hoy, en síntesis, una aproximación al rol femenino dentro del cristianismo primitivo, es decir, durante los primeros siglos en los que este se fue configurando tras la muerte de Jesús (ss.I-IV):

 

       En el cristianismo primitivo – repetimos, después de Jesús – puede decirse que se produce una revalorización progresiva del estatus de la mujer. Ello no proviene sin embargo del Jesús histórico, como hemos visto, ni de indicaciones que este hubiera dado, y no hay fuentes que así lo muestren; sino que proviene en gran parte de las ventajas sociales para la mujer que el desarrollo de este cristianismo más primitivo produjo en la sociedad de esa época. Es decir, el cristianismo primitivo favoreció que la mujer trascendiera el ámbito privado – su área propia de influencia –, por ejemplo en la celebración de las primeras reuniones cristianas en casas privadas, hoy conocidas como domus ecclesiae (Hch 12,12-17; 16,15; Rom 16,5; 1 Cor 16,19; Flm 2), donde ellas podrían destacar socialmente, ejerciendo su rol de matronas, (aunque la verdadera entidad del patronazgo femenino pueda variar según los autores). Al respecto, la teóloga estadounidense Karen Jo Torjesen, profesora en la Universidad de Claremont (California), explica que “es posible que el estereotipo de la mujer como señora de la casa contribuyera a la legitimación de la autoridad de las mujeres en el cristianismo…”. Por su parte, Margaret MacDonald, profesora de NT en la Universidad de Otawa, explica que “actuando como benefactoras, las mujeres podían presentarse como independientes.” En este sentido podría entenderse la ayuda de Lidia y su familia a Pablo en Hch 16,14-15.

 

Otro punto importante de desarrollo sería en su labor de difusión del evangelio, donde efectivamente, sabemos que Pablo tuvo mujeres que lo acompañaron como misioneras y predicadoras (Rom 16,1-2.12; 1 Cor 11,5,...), y también de la existencia de mártires femeninas.

Retrato de Pablo y Tecla (pueden leerse sus nombres en griego), en un fresco hacia el 160-180. La historicidad de la predicadora Tecla es debatida, dado que su existencia aparece en una obra apócrifa y llena de prodigios: Los Hechos de Pablo y Tecla (s.II). (Gruta en Éfeso, Turquía)

 

       Son varios los autores que defienden estas ventajas sociales para la mujer del cristianismo primitivo. Así, para Kathleen Corley, profesora de Estudios Religiosos en la Universidad de Wisconsin, la posición de cierto privilegio de la mujer en los primeros siglos del cristianismo no proviene de Jesús mismo, sino de las distintas comunidades que fueron influenciadas por los modos de vida helenístico-romanos. Pero matiza que no es el cristianismo el que hizo esta apertura, sino la influencia de las comunidades helenísticas en las que se desarrolló con fuerza fuera de Palestina. La prueba de ello es la importancia de la mujer en otros ambientes –religiosos o filosóficos– desarrollados con el helenismo.

        También para Judith Lieu, profesora de Estudios Religiosos en el King’s Colledge (Cambridge), la atracción de las mujeres hacia el cristianismo primitivo no sería, como a menudo se ha manifestado, por un pretendido igualitarismo de género, sino por motivaciones sociales; pues ofrecía a la mujer un marco más propicio para su crecimiento personal en sociedad y no solo en el ámbito privado. Al respecto, en su estudio sobre el auge del cristianismo primitivo, el sociólogo estadounidense Rodney Stark destacaba que las mujeres se sintieron atraídas por el cristianismo porque tenían un mayor estatus en círculos cristianos que en cualquier otro lugar del mundo clásico –a pesar de excepciones puntuales, como Egipto o Esparta–, y destacaba las siguientes:

   a) En el mundo grecorromano (incluido el judaísmo), las mujeres se casaban a una edad precoz (en el IR un 20% con menos de 13 años y un 37% a partir de los 18, mientras que es casi el 50% a partir de los 18 años y solo un 7% con menos de 13 en el cristianismo);

   b) El cristianismo prohibía el aborto (que podía conllevar la muerte de la misma mujer), pero también el infanticidio, lo cual se daba con regularidad en el mundo romano en el caso de las niñas. Esa era una de las razones que explicaría el bajo porcentaje de mujeres en el IR (1:1,31);

   c) El excedente de población femenina convertida activamente al cristianismo ayudaría a convertir a los esposos en el caso que fueran paganos (conversiones secundarias o pasivas);

   d) Las mujeres tenían también un rol predicador importante. Plinio el Joven en su carta a Trajano mencionaba haber torturado a dos jóvenes cristianas que eran llamadas diaconisas. Esto sugiere que los romanos las veían también a ellas como poseedoras de una cierta posición social dentro de la Iglesia, y va en boga con la teoría de Guttentag y Secord (1983) que relacionan el aumento de población de un género con el aumento de su estatus;

   e) El cristianismo condenaba el divorcio, el incesto, la infidelidad conyugal y la poligamia;

   f) La viuda cristiana era respetada y no era necesario que volviera a casarse. De hecho se veía con buenos ojos que no lo hiciera. Esto podría hacer que viudas romanas ricas, si no se casaban, mantuvieran el control de sus propiedades, que no pasarían así a su nuevo marido.

   g) En el mundo pagano que rodeaba a los primeros cristianos, un excesivo número de hombres hizo que hubiera pocas esposas disponibles; mientras que en el ámbito cristiano faltaban maridos. Este excedente, según Stark, favoreció que las mujeres cristianas se desposaran también con paganos, a quienes, con el tiempo, convertirían. Al respecto los pasajes neotestamentarios 1 Cor 7,13-14 y 1 Pe 3,1-2, dirigidos a personas que se convirtieron después del matrimonio, o las críticas de Tertuliano contra estas mujeres, lo que indica que los matrimonios mixtos eran una realidad.

 

       Igualmente, creemos, debe señalarse que si desde mediados del s.I hasta finales s.III-inicios s.IV el rol de la mujer fue cobrando auge en la Iglesia primitiva, resulta significativo que, en el contexto histórico en el que se escribieron los evangelios canónicos (último tercio del s.I), y en el que sabemos que muchas veces los evangelistas hicieron retroproyecciones de su propia situación a la época de Jesús, no existiera un apoyo claro del Nazareno hacia la figura femenina. Incluso a pesar de la influencia paulina sobre los evangelios canónicos, dado que Pablo suele ser favorable a la mujer* (Gal 3,28); pues sabemos por sus propias palabras que, entre sus colaboradores, tenía a mujeres que predicaban (Rom 16, 1 Cor 11,5).

 

Retrato de una matrona romana. Pintura en tabla utilizada para cubrir el rostro de una momia (ss.I-III). (Colección de retratos de Al Fayum, Egipto).

 

 

 

* Es cierto que existen algunos pasajes paulinos contra la mujer (1 Cor 14,33b-35), pero parecen ser interpolaciones posteriores, pues encajan mejor con el pensamiento citado por discípulos posteriores de Pablo en las llamadas cartas pastorales (1 Tim 2,9-15), escritas ya a finales del s.I, que no en el del propio Pablo.

 

 

 

       Es razonable, pues, pensar que si eso fue así lo pudo ser por dos razones posibles (que podrían o no sumarse): en primer lugar, que no hubo realmente por parte del Nazareno una intención clara de mejorar el estatus social de la mujer y por eso los evangelistas no lo retrataron, (hipótesis que ya hemos dicho que apoyamos). Pero también, y en segundo lugar, que el contexto patriarcal de los evangelistas pudo impedir retroproyectar ese aspecto, a pesar de que los evangelistas habían retroproyectado otros (el rol negativo de los fariseos, los falsos mesías que iban a llegar, las futuras persecuciones de cristianos en las sinagogas,…). Esta segunda hipótesis nos parece más difícil a tenor de todo lo dicho con anterioridad.

 

En todo caso, el rol de la mujer en el ámbito público empezaría a destacar, tras la muerte de Jesús y es posible que con más fuerza en las comunidades helenísticas (paganas), por las circunstancias ya mencionadas. A mediados del s.II, también encontramos apócrifos que dan relevancia al papel femenino, como son pasajes en el evangelio de Felipe (EvF 32,55b,...) o en el de María (pp. 11 y 18 del manuscrito), aunque haya otros evangelios apócrifos que muestren una actitud opuesta a la mujer, como el de Tomás (EvT 114). Posteriormente, hacia inicios s.IV, esa importancia irá decayendo progresivamente cuando la función de la domus ecclesiae en la comunidad cristiana, sea progresivamente sustituida por la creación de iglesias (basílicas), perdiendo aquella el rol que había ganado desde los inicios del cristianismo (no con Jesús). Parece entonces factible, aceptar que la Iglesia fue contrarrestando, disminuyendo y finalmente anulando el importante rol que la mujer había tenido en las comunidades cristianas de los primeros siglos, incluyendo la predicación (según se estima, por ejemplo, de Pablo: Flp 4,2-3; 1 Cor 11,5), o el sacerdocio. Y ello, a pesar de que Pedro profetizaba: “Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu.” (Hch 2,17-18 cf. Joel 3,1-2). Esta profecía, como señala la teóloga alemana Uta Ranke-Heinemann, no se ha cumplido.

 

          Concluimos las semana que viene estos posts sobre la mujer, Jesús y el cristianismo, con unos últimos apuntes y conclusiones.

 

Un saludo,

Jon C.


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