El Nuevo Testamento (III)

Continuamos con la serie de posts destinados a comprender qué es el Nuevo Testamento (NT) así como cuál puede ser su importancia para conocer al Jesús Histórico. Abordamos hoy una tercera pregunta clave a tal efecto:

 

     c) ¿Cómo y cuándo se constituyó el canon oficial del Nuevo Testamento?

 

La Biblia Políglota Complutense, impulsada por el cardenal Cisneros y editada por la Universidad Complutense de Madrid, es un texto plurilingüe distribuido en columnas (tres para el AT: griego, latín y hebreo con partes en arameo; y dos para el NT: griego y vulgata latina), agrupado en 6 vols. El NT de Cisneros se terminó de imprimir en 1514, poco antes que la obra de Erasmo de Rotterdam, pero se publicó con posterioridad porque se quiso esperar a la traducción del AT, así como por el retraso en la autorización papal. El NT de Erasmo, aunque se basara en textos de menos calidad, fue el texto principal de su época y en siglos.

            No se conoce con exactitud cuando quedó establecido el canon de obras que conforman el NT. Se cree que el canon básico ya estaba decidido hacia finales s.II (máximo a inicios s.III), pero el canon oficial definitivo llegaría bastante más tarde, probablemente a inicios del s.V., aunque no existan fuentes oficiales que lo confirmen. Si bien hay varias hipótesis para explicar su origen, básicamente distinguiremos aquí las dos principales:

  • Una primera hipótesis, defendida por Werner Georg Kümmel, que entiende la formación del canon del NT como fruto de la evolución interna de la propia Iglesia primitiva, debido a la muerte de los apóstoles y a la necesidad de conservar por escrito sus palabras, así como las de su fundador; para poder entonces leerlas en los actos litúrgicos correspondientes. La necesidad pues de contar con escritos propios, y no únicamente los del AT para establecer la teología cristiana.
  • Una segunda hipótesis fue defendida por Hans von Campenhausen (1903-1989) sobre la obra del teólogo Adolf von Harnack (1851-1930). El factor que probablemente motivaría la confección de un canon de libros oficiales serían las diferentes variantes del cristianismo que, desde la segunda mitad del s.II, iban surgiendo en las diferentes comunidades que lo conformaban. En especial, la de ‘secta de los marcionitas’, pero también la de los montanitas:

Marcionismo: Marción de Sínope (ciudad en la costa sur del mar Negro) fue un rico mercader convertido al cristianismo que escribió una obra, ‘Antítesis’, – que no ha perdurado –, y que atrajo numerosos seguidores; aunque Marción fuera excomulgado. Los marcionitas rechazaban el AT y todo aquello relacionado con el Dios de los judíos, al que consideraban un ser cruel; en contraposición al Dios verdadero, trascendente y superior al otro, el cual, por iniciativa propia y movido por la compasión, había decidido salvar al ser humano. Jesús y Pablo eran los auténticos reveladores del Dios verdadero, por eso los marcionitas aceptaban las epístolas de Pablo y el evangelio de Lucas – tal vez por la idea de que Lucas era discípulo del mismo Pablo (Col 4,14) –, negando validez a los demás. Su doctrina hubo de tener un fuerte impacto a tenor del considerable número de fuentes que lo atacan y que nos han llegado (Tertuliano, Epifanio de Salamis,…).

 

Montanismo: secta cristiana de matiz apocalíptico y profético fundada por un visionario de Frigia llamado Montanus – acompañado por otras dos profetisas: Prisca y Maximila –, y que tuvo su apogeo a finales del s.II y durante el s.III. A través de supuestas revelaciones del Espíritu Santo, esperaban su regreso y el descenso de la Jerusalén celestial a la Tierra (Ap 21,2?). Preconizaban una vida ascética y no aceptaban el perdón de nuevos pecados tras el bautismo. Uno de sus seguidores temporales más célebres, convertido hacia el final de su vida, fue Tertuliano, uno de los padres de la Iglesia cristiana primitiva.

'Ananías restaura la visión a san Pablo' (1631), obra barroca del pintor italiano Pietro da Cortona. Siguiendo un pasaje de los Hechos (Hch 9,1-19), Pablo quedó ciego tras una primera visión del Señor, camino de Damasco, y solo recuperó la visión tras conocer a Ananías, un seguidor de Jesús. En su carta a los gálatas, parcialmente autobiográfica, Pablo no da muestras de conocer este hecho. Marción fue un acérrimo defensor de Pablo, de modo exclusivista, y fue excomulgado, dos vecesy por su propio padre, el obispo de Sínope. (Iglesia de Santa Maria della Concezione, Roma).

 

          Modernamente se considera que ambas hipótesis son correctas, aunque el fenómeno de Marción fue el elemento principal de esta cadena de factores que influyeron en la formación del canon nuevotestamentario. A todo ello debe añadirse la presencia de múltiples comunidades cristianas – muchas de ellas organizadas en torno a un evangelio propio –, y vinculadas con la gnosis; que propugnaba una lectura distinta y más espiritual de los textos, dirigida a un grupo selecto de cristianos que aspiraban a una salvación de “categoría superior” respecto a los demás cristianos. La gnosis o gnosticismo se desarrollará especialmente entre los ss.II-V y, en parte, será la razón de la creación de concilios y sínodos para combatirla. También debe señalarse que existían escritos (por ejemplo, evangelios) que eran ya utilizados por las principales iglesias cristianas (Alejandría, Antioquía… y especialmente Roma), y estos tuvieron prioridad sobre otros textos utilizados por iglesias menores. Y aún debe tenerse en cuenta, como expone con nitidez el especialista en judaísmo primitivo Julio Trebolle, “la polémica sobre el papel de las mujeres en la Iglesia y las pretensiones de apostolicidad de María Magdalena, Salomé o Marta como verdaderos discípulos apostólicos. Así, el canon refleja un proceso de selección marcado por el patriarcalismo, hasta el punto de que las pretensiones de ejercer funciones eclesiales por parte de mujeres llegó a considerarse sinónimo de herejía.”

 

          Es interesante señalar que hoy día se piensa que los judíos terminaron de establecer definitivamente su propio canon de la Biblia hebrea, en buena parte para contrarrestar la influencia de los escritos cristianos. Hoy, la Biblia hebrea es común al Antiguo Testamento de los protestantes, pero no al de los católicos (u ortodoxos) que dan autoridad a siete libros más, llamados deuterocanónicos.

 

¿Por qué decimos que el canon ya estaba en esencia establecido a finales del s.II?

 

Justino de Naplusa, luego Justino Mártir (Flavia Neápolis, hoy Nablús, 100?-165?), filósofo convertido al cristianismo, en sus obras no daba muestras de conocer ningún canon fijo. Citó los evangelios por ejemplo, pero no como si formasen parte de un canon. Además, la existencia de cuatro evangelios ‘dominantes’ pudo, sin embargo, ser problemática. Al respecto, Taciano, discípulo directo de Justino y autor del ‘Diatessaron’ (c. 170), intentó unificar en esa obra los cuatro evangelios en uno solo y, aunque tuvo cierto éxito, termino siendo declarado herético. Como vimos, también Marción había optado por un único evangelio – en este caso el lucano –, pero su opción fue declarada igualmente herética. (Además, Justino no citó a Pablo – venerado por los marcionistas –, por lo que se sabe). En cambio, unos treinta años más tarde, otro padre de la Iglesia, Ireneo (Asia menor, 140-202), obispo de Lyon, ya poseía una clara noción al menos, de un canon de los evangelios sagrados. Además de indicar qué obras eran propias de otros grupos de cristianos, Ireneo volvía de nuevo a citar las obras de Pablo. Lo que separa a estos dos autores es, probablemente, la crisis con los marcionitas. Ireneo, además, en su obra ‘Contra las herejías’, ya criticaba aquéllas obras que él consideraba que se alejaban de la ortodoxia, muchas de ellas gnósticas, así como en defender teológicamente la existencia de cuatro evangelios. Por su parte, Clemente de Alejandría (Atenas, 150-215?) citó multitud de veces textos que hoy forman parte del NT (evangelios, epístolas paulinas, algunas cartas de Juan, de Pedro y la de Judas). Él y Orígenes (s.III) coincidían en 22 de los 27 libros del NT: Evangelios, Hechos, 14 cartas paulinas, 1 Pedro, 1 Juan y Apocalipsis. Tertuliano, hacia el 200, aceptaba prácticamente los mismos libros que ellos (exceptuando su rechazo a la carta de Santiago). E Hipólito de Roma (s.III) aceptaba también las mismas obras, exceptuando la carta a los Hebreos. Otro padre de la Iglesia, considerado el historiador de la Iglesia primitiva, Eusebio de Cesarea (Palestina 260-340), muestra las discusiones que había sobre la aceptación de la carta a los Hebreos, el Pastor de Hermas – finalmente excluida –, las dos últimas cartas de Juan o el Apocalipsis (Hist. Ecl. III,3,5-6; III,24,17-18), y rechazaba la segunda carta de Pedro (Hist. Ecl. III,3,1). La carta de Pascua de Atanasio de Alejandría (367) ofrece una lista que coincide ya básicamente con las obras transmitidas desde entonces hasta hoy.” El mismo Agustín de Hipona apoyó esta propuesta en el año 393, citado a veces como el sínodo de Hipona. El primer canon que se conoce, llamado canon de Muratori (foto arriba derecha) en respeto a su descubridor Ludovico Antonio Muratori a mediados del s.XVIII, suele considerarse que es del s.IV, (aunque hay controversia y algunos autores lo creen anterior). El documento es una copia del s.VIII, en un latín pésimo, de un texto griego más antiguo. Este canon no es exactamente igual al actual del NT, pero se le acerca mucho. Contiene 22 de los 27 libros definitivos (entre ellos los cuatro evangelios, los Hechos, 13 cartas de Pablo y el Apocalipsis de Juan), aunque incluía también el apocalipsis de Pedro, posteriormente excluido.

 

 'Concilio de Trento' (1555), obra renacentista del pintor veneciano Tiziano. Bajo la cruz, los delegados papales. Delante de ellos, sentados, los obispos. El concilio de Trento (1545-63), emprendido durante el pontificado de cuatro papas, es el concilio de la Contrarreforma, que tenía que hacer frente a la reforma de la Iglesia tras el cisma protestante de Lutero y otros. (Copia. El original se ha perdido. Museo del Louvre, París).

 

          Sin embargo, el proceso será largo desde este primitivo canon. Por ejemplo, la epístola a los Hebreos no fue incluida en el canon hasta finales del s.IV – su aparente rechazo a una penitencia después del bautismo (Heb 10,26-27) y posiblemente la alusión al pecado de Esaú (Heb 12,16-17), podría haber sido la causa de su difícil aceptación, así como la enorme certeza de que no era una carta paulina –, de igual manera que también lo fue el Apocalipsis de Juan en Occidente, aunque se sabía que el autor no podía ser el evangelista. La ratificación oficial del canon de Atanasio en el concilio de Calcedonia (451), tampoco dio por acabado el proceso. Así, en Oriente, el Apocalipsis no quedaría aceptado oficialmente hasta el s.X, cuando se aceptó su significado simbólico, pero no literalmente. (El reino de los mil años citado en Ap 20 y que forma parte de las doctrinas milenaristas que habían sido rechazadas por la Iglesia, podía entonces asumirse). El NT no quedaría definitivamente fijado – para los católicos – hasta el concilio de Trento a mediados del s.XVI. Para entonces, sin embargo, los veintisiete libros de la lista ya se habían ‘establecido’ como Sagradas Escrituras. El canon del NT, por tanto, fue ratificado por un amplio consenso antes que por una proclamación oficial.   

 

          Aunque hoy día el NT es común para las iglesias cristianas católica romana, ortodoxa oriental y protestante, no lo es por ejemplo con la Iglesia cristiana egipcia o la siríaca, que incluyen otros textos. Además, y citando al catedrático emérito de filología griega de la Complutense Antonio Piñero, “la Iglesia nunca ha definido, ni siquiera en ese concilio, cuál era el texto exacto, literal, del texto inspirado por el Espíritu Santo”. Tampoco se ha pronunciado nunca por un evangelio sobre otro o una carta sobre otra. A tal efecto, remarca Julio Trebolle, siguen existiendo tensiones dentro del canon que afectan a planteamientos teológicos fundamentales. Así, “el canon, lejos de asegurar la unidad del cristianismo, legitima la pluralidad de confesiones”, porque existen contradicciones entre evangelios o entre evangelios y cartas o entre cartas. No solo, pues, no existe unidad dentro del canon, sino que es vano esperar que la iglesia cristiana pueda asentar su unidad sobre la base de este canon neotestamentario. 

 

Seguiremos.

Un cordial saludo,

Jon C.   


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