El Nuevo Testamento (IV)

Continuamos con la serie de posts destinados a comprender qué es el Nuevo Testamento así como cuál puede ser su importancia para conocer al Jesús Histórico. Abordamos las dos últimas preguntas clave a tal efecto:

 

     - ¿Qué criterios sirvieron para confeccionar el NT?

    - ¿De qué textos disponemos del Nuevo Testamento?

'San Pablo escribiendo sus cartas' (c.1619), obra barroca atribuida al pintor francés Valentin de Boulogne. Los propios escritos de Pablo recopilados en cartas o epístolas, redactadas a lo largo de los años 50’, y de las cuales solo siete son consideradas auténticas por el conjunto de los especialistas; y aún ellas contienen algunos pasajes probablemente interpolados por otros redactores. El papiro P46, fechado hacia el 200, contiene las cartas auténticas de Pablo casi en su totalidad. Dado que son escritos redactados en scriptio continua – es decir, sin signos de puntuación de ningún tipo –, se entiende que su lectura sea aún más susceptible de distintas interpretaciones.

 

 

d) ¿Qué criterios sirvieron para confeccionar el NT?

 

 

          No hay ningún texto escrito de la época que lo explique. Sin embargo, con la información de que se dispone, se sobreentiende que primaron los siguientes criterios:

  • Tenían preferencia aquellos textos que se creía que provenían directa o indirectamente de los apóstoles. Aunque aquí la Iglesia cometió fallos (muchas de las cartas apostólicas son pseudoepígrafos). 
  • El uso de determinados textos por parte de algunas Iglesias, especialmente las Iglesias más grandes e influyentes (Roma, Antioquía,…), que desearon que los escritos que ellas utilizaban pasaran a ser aceptados en las distintas comunidades.
  • Existían ya unos parámetros básicos aceptados que debían guardarse: monoteísmo, Jesús como redentor de la humanidad por su sacrificio, amor como mandamiento supremo o creencia en el juicio divino entre otros.
  • Los textos debían ser tolerables para el Imperio Romano (IR). Es decir, que no se atacara frontalmente a Roma, lo cual habría traído graves consecuencias tanto para el futuro del cristianismo y de sus miembros, como, evidentemente, para su aceptación final por el IR.    

 

e)   ¿De qué textos disponemos del Nuevo Testamento?

 

 

          Lo primero que debe decirse del texto actual del NT es que es una reconstrucción histórico-filológica hecha por especialistas en base a los textos (códices y papiros) que se consideran más cercanos a los originales (autógrafos). Es, pues, una reconstrucción ecléctica que no se corresponde con ningún códice escrito. Y aunque es seguro que el NT original es distinto al actual, sin embargo, es lo máximo a lo que la ciencia histórica y filológica pueden acercarse. La edición del NT que utilizan la mayoría de investigadores y profesionales no es la que tenemos dispuesta cada uno en un rincón de nuestra biblioteca personal, sino una edición crítica y permanentemente actualizada llamada ‘Novum Testamentum Graece’ de Nestle-Aland. La primera edición salió en 1898 y corrió a cargo del filólogo alemán Eberhardt Nestle (1851-1913), posteriormente continuada por su hijo Erwin Nestle (1883-1972), quien introdujo en 1927 (décimo tercera edición), y separadamente, un aparato de crítica textual. Desde mediados del s.XX y hasta su muerte, Kurt Aland (1915-1994) ofreció siete ediciones e hizo muchas aportaciones, por lo que la obra se conoce con el nombre de los dos autores. A tal efecto, en 1959, Kurt Aland creó el Institut für Neutestamentliche Textforschung (INTF) – Instituto para la Investigación Textual del NT – en la Universidad de Münster (Westfalia, Alemania). En 1993 se publicó la vigesimoséptima edición, a cargo de Kurt y Barbara Aland, J. Karavidopoulos, C.M. Martini y B.M. Metzger. (La última edición, vigesimoctava, se publicó recientemente, en 2012). La obra de Nestle-Aland trata de reunir los mejores manuscritos para aportar el texto del NT (en griego) más aproximado a la versión original, algo así como una primera edición del NT, y cuenta con el apoyo de la mayoría de especialistas internacionales e interconfesionales. Hoy en día se utilizan ordenadores y complejos programas para la clasificación y el estudio de tales manuscritos.

 

Las dos colecciones más importantes de papiros son la de Chester Beatty (papiros P45, P46, P47), en Dublín, y la de Martin Bodmer (P66, P72, P74, P75), en Ginebra. De ellas tenemos, por ejemplo, el P45, fechado en la primera mitad del s.III, y del que se conservan unas 30 hojas con fragmentos de los cuatro evangelios y los Hechos. O el P46 (conservado parcialmente en la colección Chester Beatty en Dublin, y en la Biblioteca de la Universidad de Michigan), fechado hacia el 200, con unas 86 hojas donde se encuentran las cartas originales de Pablo y la carta a los Efesios, cuya autoría no es clara. Finalmente, y descubierto también en Egipto, el fragmento más antiguo de todo el NT es el P52, fechado hacia el 125 y hoy en Manchester. Este último es un fragmento pequeñísimo del evangelio de Juan (contiene del capítulo 18, los versículos 31-33 en el anverso y 37-38 en el reverso), en el que se narra el encuentro entre Jesús y Pilato, y sorprendentemente, es bastante parecido a las copias más tardías del s.IV de que se dispone.

 

          Como ya dijimos, los textos originales (autógrafos) de los evangelios, las auténticas cartas de Pablo, así como los demás libros neotestamentarios, no se han conservado, y solo se dispone de copias. En verdad, copias de copias. Este es un hecho que ha pasado con relativa frecuencia en el mundo antiguo (Sócrates, Eurípides o Sófocles, que han llegado a través de copias realizadas más de mil años después). Afortunadamente, las copias de los textos del NT que se conservan no tardaron mil años en escribirse, y si se calcula que los evangelios fueron redactados entorno solo a unos 40-60 años tras la muerte de Jesús, y las cartas paulinas auténticas todavía quinze-veinte años antes, las primeras copias bastante completas de estos textos son del s.IV, aunque existen fragmentos conservados en papiros de los ss.II-IV, encontrados por ejemplo en Oxyrrico (Egipto medio), un país con un clima adecuado para su conservación. Todas estas obras están escritas en griego. En total, existen unos 5.500 manuscritos, de los cuales unos 130 son papiros escritos entre los ss.II-VIII. De estos, aproximadamente la mitad son papiros del s.II hasta los inicios del s.IV (Diocleciano). Algunos papiros son pequeñísimos, apenas hay algunas palabras. Las dos colecciones más importantes de papiros son la de Chester Beatty (papiros P45, P46, P47), en Dublín, y la de Martin Bodmer (P66, P72, P74, P75), en Ginebra. De ellas tenemos, por ejemplo, el P45, fechado en la primera mitad del s.III, y del que se conservan unas 30 hojas con fragmentos de los cuatro evangelios y los Hechos. O el P46 (conservado parcialmente en la colección Chester Beatty en Dublin, y en la Biblioteca de la Universidad de Michigan), fechado hacia el 200, con unas 86 hojas donde se encuentran las cartas originales de Pablo y la carta a los Efesios, cuya autoría no es clara. Finalmente, y descubierto también en Egipto, el fragmento más antiguo de todo el NT es el P52, fechado hacia el 125 y hoy en Manchester. Este último es un fragmento pequeñísimo del evangelio de Juan (contiene del capítulo 18, los versículos 31-33 en el anverso y 37-38 en el reverso), en el que se narra el encuentro entre Jesús y Pilato, y sorprendentemente, es bastante parecido a las copias más tardías del s.IV de que se dispone.

 

           Dada la gran cantidad de manuscritos que existen y a la enorme dificultad para aproximarse al original, estos se han agrupado en familias. Distinguimos así cuatro tipos de familias textuales a las cuales pertenecen los principales códices que forman parte del NT. Un códices viene a ser un libro pero en lugar de papel se escribe sobre pergamino o vitela (si la piel es de un animal pequeño: becerro, novillo), con letra uncial (mayúscula), scriptio continua (sin espacio entre palabras ni signos de puntuación de ningún tipo), y sin títulos o subtítulos de ninguna clase – menos aún, capítulos o versículos: La división final del NT en capítulos se debe al arzobispo de Canterbury Stephen Langton, hacia el 1214; y en versículos, al erudito humanista e impresor francés Robert Estienne, alias Robertus Stephanus, en 1851). Estos cuatro tipos de texto, sobre los que la Iglesia nunca se ha pronunciado en favor de alguno, son:

 

  • Texto Alejandrino: llamado así porque la mayoría de los documentos proceden de esta ciudad o de Egipto en general. Los representantes principales son el códice (codex) Vaticano (B 03) (Biblioteca Vaticana, Roma) y el códice Sinaítico (א 01) (Biblioteca Británica, Londres), además de los papiros de la colección Martin Bodmer P66, más cercano al códice Sinaítco, y el P75, más cercano al códice Vaticano. El códice Vaticano incluye prácticamente todo el AT y todo el NT, excepto las cartas pastorales y el Apocalipsis. El códice Sinaítico contiene fragmentos diversos del AT y todo el NT más la epístola de Bernabé y el Pastor de Hermas. El códice vaticano es la versión normalmente impresa en las ediciones en griego del NT.

 

  • Texto “occidental”: Su exponente típico es el códice Bezae Cantabrigensis (D 05), que lleva el nombre de su propietario, Theodore de Béze , quien lo entregó a la Universidad de Cambridge (de ahí el nombre de Cantabrigensis), a finales del s.XVI, lugar donde permanece. Se encuentra en buen estado de conservación, aunque falta especialmente la parte central del códice donde figurarían las llamadas cartas católicas. Contiene los cuatro evangelios, la tercera carta de Juan y los Hechos de los apóstoles, estos últimos con una extensión de casi el 10% mayor que el texto alejandrino(!). Inicialmente era un códice en griego pero, al llegar a la Galia se tradujo al latín, la lengua de la región y del IR. Se piensa que se pudieron introducir cambios posteriores en nuevas traducciones por parte de escribas latinos, pero la columna de la izquierda – el griego original – quedaría intacta al no ser ya la lengua utilizada.

Primera traducción al catalán del Códice Baeza, obra de los filólogos Josep Rius-Camps i Jenny Read-Heimerdinger. Teófilo es el personaje a quien Lucas dedicó su doble obra.

 

           El códice Baeza (o Beza) que se conserva es, pues, bilingüe, escrito en letra uncial, estructurado en dos columnas – griego a la izquierda y latín a la derecha – y fechado mayoritariamente a finales del s.IV. Hoy se considera que procede del norte de África y no de occidente (donde circularon también manuscritos en la Galia e Italia), de ahí el error de llamarlo ‘occidental’. Así como del códice Vaticano se conservan muchos manuscritos, el códice Bezae es único, es decir no hay más copias. En general se considera que es una versión parafrástica, es decir, con más aclaraciones, del códice Alejandrino el usado por la mayor parte de los especialistas en todo el mundo y el impreso en las Biblias –, y por eso se cree que está algo más lejos del original que otros códices.  

 

 

          Los papiros P38 y P48 contienen fragmentos de los Hechos. Otro documento importante es el códice Claromontanus (D 06) (Biblioteca Nacional de Francia, París), también en griego uncial y latín, pero más tardío, del s.VI. Contiene las cartas de Pablo. Fue redescubierto en el monasterio de la ciudad de Clermont-Ferrand (Francia) – de ahí el nombre –, también por T. de Béze en el s.XVI. Utiliza con frecuencia la paráfrasis, y efectúa trasposiciones y correcciones. En un número significativo de casos en Lucas el texto occidental omite pasajes que sí aparecen en la familia alejandrina, por ejemplo, las palabras de la eucaristía (Lc 22,19b-20). Estas omisiones son conocidas como las no interpolaciones occidentales (‘western non-interpolations’), según la teoría de Hort y Wescott de finales del s.XIX, que suele aceptarse.

  • Texto koiné o bizantino: el habitual utilizado por las iglesias de Oriente. El manuscrito más importante es el códice Alejandrino (A 02) (Biblioteca Británica, Londres), del s.V – no confundir con el tipo alejandrino (!) –, que fue copiado mayormente en manuscritos que datan de los ss.VII-VIII. Su estilo es más elegante y refinado que el del tipo alejandrino, pues es más posterior y ha sufrido modificaciones estilísticas. Es el tipo mayoritario de los manuscritos que se han descubierto del NT. Contiene prácticamente el AT completo (incluyendo los deuterocanónicos), gran parte del NT y, además, las dos cartas de Clemente y los Salmos de Salomón.
  • Texto cesariense: el nombre proviene de la ciudad palestina de Cesarea Marítima, un centro cristiano importante en los ss.III-IV. Está representado por el códice Koridethi o coridethianus (Θ 038) (Centro Nacional de Manuscritos, Tiflis, Georgia). A este grupo textual pertenece también el P46 de la colección de Chester Beatty, ya citado.

 

Continuamos proximamente con una introducción a los evangelios canónicos y una breve descripción de cada uno de ellos.

Saludos,

Jon C.

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