Los Evangelios canónicos (III)

Los cuatro evangelistas también procuraron unir la vida de Jesús con material proveniente del AT, convencidos como estaban que Jesús había cumplido las expectativas proféticas. Esa continuación con el AT, puede verse, por ejemplo, como refiere W. Browning, teólogo anglicano y profesor de NT en Oxford, en las “doscientas cincuenta citas directas y muchas más alusiones, pues era importante mantener la continuidad de la nueva alianza con la antigua y justificar la pretensión cristiana de haber sustituido a los judíos como el pueblo elegido.

 

'Los evangelistas Marcos y Lucas' (1635), pintura al óleo del holandés Matthias Stom. Estilo barroco próximo a Caravaggio. Cada evangelista cuenta con el animal que lo representa tradicionalmente: el león a Marcos y el toro o buey a Lucas.

      Se produce así una reescritura de la vida de Jesús a la luz de pasajes considerados simbólicos del AT. Veamos algunos:

 

  • Lc 24,27: Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.
  • Jn 5,39: «Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna;  ellas son las que dan testimonio de mí;»
  • Jn 5,46: «Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí.»   

 

      E incluyendo además la bendición de Jesús por parte de célebres personajes veterotestamentarios, como son Moisés y Elías en la transfiguración (Mc 9).

 

 

'La transfiguración' (c.1520), obra renacentista de Rafael (Museo Vaticano). Pedro, Juan y Santiago son testigos de la aparición de Moisés y Elías, así como de la transfiguración de Jesús en un ser celestial (Mc 9,2-8 y par.). Moisés es el mesías por excelencia del pueblo judío y de Elías se esperaba su regreso antes de la llegada de un nuevo mesías. La presencia de ambos personajes inviste a Jesús de autoridad. Como en el Bautismo (Mc 1,11), una voz del Cielo reconoce a Jesús en su hijo.

 

 

 

Es decir, los primeros seguidores de Jesús necesitaron reforzar su autoridad con el AT. Y el cristianismo inicial, que nació como una secta judía más, se valió de los mecanismos judíos de exégesis (estudio de los textos sagrados), aprendidos en las escuelas superiores judías (Bet ha-midras), para justificar su nuevo mesías Jesús. (Los discípulos de Jesús eran gente probablemente analfabeta – aunque con buena formación religiosa –, pero hay que pensar que, entre los que les seguirían, habría otros alfabetizados y con mayores conocimientos teológicos). Los ‘cristianos’ trataron así de explicar que Jesús era el mesías del que hablaban las Escrituras. La comunidad cristiana, llega a decir Agustín Del Agua, un teólogo católico, “se siente como ‘el Nuevo Israel’. No como otra religión distinta sino la comunidad escatológica en quien desemboca la historia de la salvación.”

 

 

 

Estos grupos de ‘cristianos’ que produjeron los evangelios puede decirse que se agruparon formando ‘escuelas’ para redactar sus obras. Y por eso se suele hablar de la escuela de Marcos, de Mateo, de Lucas o de la escuela joánica, aunque sus miembros, o ellas mismas, hayan quedado en el anonimato. Para llevar a cabo toda esta labor, los evangelistas utilizarán la exégesis judía y sus métodos de interpretación de las Escrituras, para escribir sus obras. Esta búsqueda (en hebreo, derash) en los textos, que tiene sus propios métodos (o hermenéutica) para llevarse a cabo, parte de la base que el texto sagrado, de alguna manera, lo contiene todo y no ha omitido nada (Deut 30,11-15). Hay que saberlo buscar, pues, y eso hacen los evangelistas cuando (re)leen los textos sagrados de su pueblo, el pueblo judío, bajo ese prisma. Un ejemplo de ello es el concepto de mesías cristiano, basado en la reinterpretación de un sirviente sufriente en Isaías 53 (Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. Tras arresto y juicio fue arrebatado,…). Este siervo, aunque no era una figura mesiánica en el judaísmo anterior, sí permite a esos cristianos entender la terrible muerte de su maestro Jesús a la luz de un texto bíblico.

 

 

 

 

Los evangelios canónicos son narraciones de algunos de los hechos y dichos supuestamente protagonizados por un Jesús de Nazaret adulto, escritos y recopilados con posterioridad a su muerte por seguidores ‘cristianos’ que no lo conocieron; y la validez de su testimonio dependerá, en primer lugar, de la naturaleza de la tradición que hayan transmitido. Ya dijimos que los evangelios pretenden dar testimonio y difusión a una fe. “Los evangelios son fundamentalmente confesiones de fe”, escribía el teólogo catalán J.Oriol Tuñí (RCatT, 2008). En ningún caso deben entenderse los evangelios como biografías en un sentido moderno. Según escribía el arqueólogo cántabro J. González Echegaray, los evangelios “relatan hechos históricos, aunque condicionados a la principal finalidad de la obra, lo que supone una selección de los acontecimientos de acuerdo con unos criterios que pueden no coincidir con los de un posible biógrafo moderno de Jesús, e incluso una adaptación de algunos de tales relatos a dicha finalidad, dislocándolos en el espacio o acomodándolos en el tiempo…”.

 

'Elías y los profetas de Baal' (1658), obra barroca del pintor sevillano Juan de Valdés Leal (Retablo mayor de la iglesia de N. Sra. del Carmen de Córdoba).

 

No existe pues una intención de conocer detalles del personaje (formación, familia, descripción física, amistades,…), ni tampoco hay una continuidad lineal verdadera (aunque Jesús empiece su ministerio con Juan el Bautista y termine con su crucifixión en Jerusalén), sino la agrupación de relatos, hechos o dichos, que cada evangelista seleccionó y expuso a su manera, a menudo haciendo modificaciones, y en algunos casos, creaciones propias (la más evidente, la del nacimiento milagroso de Jesús). Todo esto es claramente visible cuando vemos que la semana de la Pasión ocupa aproximadamente un tercio de cada evangelio, representando no solo el núcleo central de la trama, sino que es tratada como el objetivo final de su vida. Según los evangelistas, su año de ministerio en Galilea – o dos años largos, según Juan – fue, al parecer, menos relevante que su última semana de vida – siendo así que un teólogo alemán, Karl Kahler, en una conferencia pronunciada en 1892 – en donde diferenciaba el Jesús de la historia del cristo de la fe –, consideraba los evangelios como “historias de la Pasión con una introducción detallada”, aunque esto es un tanto exagerado.

 

Comprendiendo todo esto, entenderá el lector que extraer datos históricos de tales obras sea difícil, y la multitud de obras que salen publicadas anualmente lo confirma. Sin embargo, y aunque haya siempre un margen de error más o menos grande, este puede minimizarse aplicando determinados parámetros de análisis. Citemos algunos de ellos:

 

  • Eliminar ideas preconcebidas y prejuicios.
  • Aplicar los criterios de historicidad con rigor (dificultad, atestiguación múltiple, coherencia, disimilitud, plausibilidad histórica).
  • Valorar los patrones de recurrencia (temas e ideas que se repiten con más frecuencia).
  • Entender el contexto histórico en el que sucedió el relato. Ello implica, como base, el judaísmo del s.I. De lo contrario, los muchos conceptos que se dan por entendidos en un lector del s.I, serán pasados por alto por el lector del s.XXI.
  • Conocer bien el AT y los apócrifos del AT.
  • Entender el contexto histórico de la comunidad cristiana a la que pertenece el evangelista y de las diversas tendencias cristianas que existían en esa época. Pues cada evangelio – se piensa –, es reflejo de una de ellas.
  • Tener un conocimiento apropiado de la lengua utilizada por el evangelista (la koiné)
  • Entender el marco de referencia utilizado por el autor, lo que Juan Mateos llama “el sistema conceptual y simbólico”, y que define como “el marco de referencia constituido por conceptos y símbolos que le sirven para pensar, entender y comunicarse...”
  • Entender el marco de referencia general del texto: las sociedades mediterráneas del s.I y la sociedad helenístico-romana.
  • No comparar directamente paralelos evangélicos sin tener claro el entorno y la intención de cada evangelista.

 

 

 

 

 

Continuaremos.

 

Un saludo,

 

Jon C.

 

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