Proceso de publicación

Decumano máximo en Séforis (Galilea, Israel), población situada a unos 5 km. al NW de Nazaret. Varios investigadores sostienen que Jesús pudo también trabajar aquí. Su oficio ('tekton', en griego) incluía no solo la carpintería, sino también la construcción. En ella tuvo lugar una revuelta en el año 4 a.e.c, a la muerte de Herodes el Grande, liderada por Judas, hijo de Ezequías, quien saqueó un arsenal real. Como represalia, la ciudad fue destruida por las legiones a la orden del gobernador romano de Siria, Quintilio Varo, quien incendió la ciudad y vendió a los habitantes judíos como esclavos. Fue reconstruida pocos años después por Herodes Antipas, quien la amuralló y la llamó “imperial” (Autokrator), en honor a Augusto. La ciudad albergó su residencia hasta el año 20, siendo reconstruida por él al estilo grecorromano. La reconstrucción de Séforis se benefició de los impuestos pagados por los aldeanos de toda la región, lo que aumentaría las tensiones entre los pueblos y los núcleos urbanos. Jesús predicó en pueblos y aldeas, pero no en las ciudades, salvo en Jerusalén por razones histórico-teológicas: allí se encontraba el Templo. Octubre 2013.


Decidí escribir la novela allá por 2008. Creo que, en última instancia, me determinó involuntariamente mi madre, cuya formación católica en su juventud fue muy conservadora y tradicional; es decir, la propia de su época. Un día le pregunté: ¿si hubiese una novela que te contara la vida de Jesús desde el punto de vista histórico, aunque fuera distinta a la que te enseñaron, te la leerías? Para mi sorpresa, casi no lo dudó y respondió afirmativamente. Creo que fue entonces cuando acepté hacerlo. Aunque, desde luego, no pensé que ello me llevaría ocho años.

 

Pronto me di cuenta de las muchas dudas que iban surgiendo a medida que escribía, y que iban adquiriendo demasiada relevancia. Así que paré y empecé a documentarme seriamente. Unos tres años, que aproveché para empezar a escribir un análisis histórico y de recopilación historiográfica sobre el tema. Luego redacté la mitad de la novela e hice una nueva parada de por lo menos un año para seguir documentándome. Después continué escribiendo la novela y paralelamente el trabajo histórico, terminando ambos textos hacia finales de 2013, aunque fui puliendo detalles y haciendo revisiones hasta hoy.

 

En 2013 ya tenía una versión “razonable” de la novela y empecé a buscar un agente literario, un paso necesario para todo aquel que desee publicar. Pues los

editores, como norma, ya no hablan con los autores sino con el intermediario, que es el agente literario. Esta persona es a la vez un filtro, pues descarta trabajos que considera que no son suficientemente buenos y/o que no serán vendibles. Tras un año conseguí un agente. Su nombre es Alberto Suárez y representa a la agencia Silvia Meucci, que trabaja a caballo entre España e Italia. Tuve mucha suerte con él, tanto por su profesionalidad como porque, desde el principio, se mostró apasionado con el proyecto. A él le debo la corrección ortotipográfica de la novela y algunos buenos consejos, además de llevar a cabo el arduo trabajo de intentar vender la obra, principalmente contactando con editoriales que, a priori, podrían mostrarse interesadas. No diré nombres, pero, en general, fueron editoriales grandes y medianas. Algunas se mostraron interesadas una de ellas estaba incluso dispuesta a editar el libro si se suprimían los tres primeros capítulos (la parte no pública de Jesús), pero, en general, siempre hay dos puntos que les son difíciles de superar: que la novela tenga más de seiscientas notas al pie de página (me temo que nunca entendieron que ello agilizaba la lectura, pues separaba la parte técnica de la literaria), y que el autor sea alguien desconocido. Tras un par de años de negativas y hablarlo con Alberto, decidí lanzar la novela por internet. Alberto, no obstante, sigue siendo mi agente literario; lo cual, me satisface mucho.